Qué sabe nadie lo que me gusta Juan Andrés Maya!

Qué sabe nadie lo que me gusta Juan Andrés Maya


Aunque más que abrir mentes lo que consigue el bailaor en su nuevo espectáculo es impresionar. Y lo hace tanto con el dominio que el artista demuestra del flamenco clásico como con el montaje de piezas tan dramáticas y bellas que han calado como pocos espectáculos lo han hecho en el exigente público de los Jueves Flamencos de Cajasol.

En la sala Joaquín Turina de esta entidad, Juan Andrés Maya ha presentado su montaje ¡Qué sabe nadie!, una obra con la que el bailaor rinde homenaje a un amigo que sufrió durante su infancia y juventud por no ser aceptado como homosexual. Sentimientos que el artista representa intensamente en los tarantos Poema de la madre, con la réplica de Rocío Vargas al baile asumiendo la figura materna y un acompañamiento musical de violín (David Moreira), percusión (Alejandro Hitos) y guitarra (Manuel Fernández) que, sin duda, fueron anoche tan culpables de emocionar al público como la interpretación de Maya.

De hecho, el elenco no necesitó nada más para hacer un espectáculo mágico. La escenografía era sencilla, sólo compuesta por la mesita que ocupa el bailaor entre palo y palo, y sobre la que reposan los objetos que el creador utiliza para buscar su identidad sexual y mostrar el encuentro consigo mismo durante la obra: un espejo de mano, una caja de música y un pañuelo.


Foto: Jaime Martínez.

Una sencillez que en algunas ocasiones rompieron algunas proyecciones que, aunque fueron escasas, bien podrían suprimirse para que el recital fuera redondo.

La voz en off con los textos del actor Pepe Cantero reforzaban el hilo conductor del montaje que tuvo un momento estelar por original, dulce e ilusionista: las alegrías de La muñeca. En ellas, Maya da vida a la muñeca de una caja de música para bailar con ella. Así, la artista Isa Vega pasa de dulce muñeca a rancia bailaora que vuelve a convertirse en mujer mecánica al terminar las alegrías.

Rafi y Reyes Heredia estuvieron correctas al cante. No como Amparo Heredia ‘La Repompilla’, que estuvo soberbia y, junto al bailaor, brilló en la soleá. Es más, no es de extrañar que críticos y aficionados señalen este palo flamenco como la seña de identidad del sobrino de Mario Maya y Manolete, pues durante la pieza, la más larga de la obra, el granaíno dejó al patio de butacas boquiabierto. Con el estilo de los flamencos antiguos pero con una estética moderna, Maya taconeó como quiso, movió los brazos con elegancia y llenó de vida los silencios. Fueron inevitables los oles después de cada subida en los taconeos, así como los aplausos tras sus dedicaciones (gestuales y mediante finales limpios de baile) a los que ya no están.

Ahora, una entiende que Michelle Obama, tras verlo bailar en su fiesta privada, dijera que había sido un espectáculo único. Lo que se vivió anoche en la sala Joaquín Turina durante la soleá fue único.

El broche de oro, tras un paseo por seguiriyas, zambras y son cubano, fue su despedida. Y es que después de la lucha consigo mismo, con su madre y con la sociedad, el bailaor decide marcharse y lo hace cantando el Qué sabe nadie de Raphael por bulerías.

Qué sabe nadie lo que me gusta o no me gusta de este mundo, dice la canción. Que sepan todos que Juan Andrés Maya (me) gusta.

Notícia - http://www.cordobaflamenca.com/noticias/99-actualidad-nacional/1368-juan-andres-maya-cajasol

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